viernes, 15 de noviembre de 2013

Su alteza serenísima, de José Fuentes Mares, reír para no llorar


El drama histórico Su alteza serenísima, de José Fuentes Mares puede apreciarse como sátira política porque con cinismo y desparpajo se puede ver representado cualquier especie de nuestra fauna política mexicana. Esta obra que aborda los últimos días del general veracruzano retrata con fidelidad y lamentable actualidad la composición de los gobiernos mexicanos.
Como drama histórico, según lo comenta Herbert Linderberger, comunicaría problemáticas del pasado, pero también se vincularía con el presente de sus espectadores y eso lo realiza de una forma muy lograda, ya que la pieza plasma los conflictos de un siglo tan convulso como el XIX mexicano, siglo tremendamente inestable y a su vez muestra los vicios actuales, así como las decisiones que afectan la vida de los espectadores como el aumento del IVA en la frontera.
Por otra parte, las actuaciones están muy bien logradas, con una destacadísima representación de Humberto Leal Valenzuela como Santa Anna, puede ver uno al personaje caprichoso megalómano, consciente de la importancia de la conexión entre lo político y lo dramático como lo identifica Juan Villegas a tradición latinoamericana junto a la religión. Lola, interpretada por Guadalupe Balderrama, también de manera magistral, representa ese anclaje a la realidad, esa conciencia de que las cosas ya no están bien y en ella confluyen las Moiras donde una desplegaba el hilo, otra medía y una última cortaba, así, esta Lola coge su bordado y teje para ir enhebrando la historia de su marido decadente. El personaje irreverente de Petra, lo representa Claudia Rivera, quien le da un toque gracioso a la ya de por sí divertida sátira de Fuentes Mares. También su actuación está muy bien lograda. El personaje del secretario norteamericano lo representa Alan Posada y cumple.
Mención aparte merece Raúl Díaz, quien encarna el personaje de Jiménez. En su actuación tiene momentos brillantes pero también comete varios yerros por el olvido de sus líneas, y aunque no echa a la borda toda la obra me parece que sí le quita el brillo que tendría en su totalidad ya que su papel es fundamental. Por un lado, Jiménez subraya la importancia del archivo, que representa él mismo, parte central en la tradición de América Latina, como afirma Roberto González Echeverría, donde hay un fuerte anclaje en lo legal, en lo escrito que a su vez pugna de forma dialéctica con el mito y la forma en la que pervive en la memoria.

Ahora, en cuanto a la memoria que Diana Taylor identifica con el corazón, se ve claramente con las palpitaciones de esa sala roja, de muebles y cortinas rojas. Ahí mismo están los cuatro puntos cardinales, representados por Santa Anna, Lola, Jiménez y Petra, que son a su vez los cuatro temperamentos: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico, pero también las cuatro estaciones de la poética de Northrop Frye, la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Entonces, no es casual que esta obra se represente como sátira ya que de acuerdo a las tramas que propone Hayden White, apoyado en Frye, corresponde con el invierno, es decir, con la decandencia de Santa Anna. Además de la carga simbólica de cada estación.

Finalmente, está el performance, ese que en todo momento ejecuta Santa Anna y en el que la espectacularización del cuerpo, de todos los actores, pero sobre todo de él, anula toda carencia que pueda tener un espacio teatral como Telón de Arena.
Definitivamente es un obra de excelente calidad que merece representarse en otras localidades para mostrar la calidad de este grupo de actores y directora chihuahuenses. Enhorabuena.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Los buenos manejos, de Jorge Ibargüengoitia, ¿o del PRI?

Los buenos manejos, de Jorge Ibargüengoitia muestra cómo el poder está coludido con la economía y con el clero. Aunque el escritor guanajuatense no vio la caída y el regreso del PRI no importa, la comedia musical retrata de una forma precisa los gobiernos mexicanos de cualquier época, no obstante esté ubicada en el siglo XVIII.
Esta obra llega hasta nuestras manos a medias, es decir, en la edición de Joaquín Mortiz sólo está el texto dramático pero faltan las canciones y la música que en este caso es de suma relevancia. Sin embargo, la pieza de una buena idea de lo que podía habe sido el texto espectacular. Ibargüengoitia es una garantía en la sátira política. No cabe duda que dejó un gran vacío que no han logrado llenar otros autores que o son muy críticos pero muy solemnes y muy chistosos pero muy vacuos. Con el autor de Los relámpagos de agosto hay un conocimiento profundo de la identidad mexicana en su faceta política, además de un trabajo de calidad literaria muy bien trabajada.
La historia trata de un pueblo en un cruce de caminos que buscan erigir como punto de descanso para los peregrinos, pero la llegada de un trío de prostitutas y la avaricia oportunista le darán el giro a la comedia. Y aquí es interesante traer a colación lo que señala Diana Taylor sobre el performance, ya que señala, se trata de cualquier evento que se vuelva espectacular. De esa forma en la obra se pueden ubicar muy bien esos performances en el montaje de las prostitutas y don Serafín para engañar al alcalde Perpetuo (sería priísta), así como en la boda con la que finaliza esta comedia como toda comedia debe finalizar.
Otro punto a considerar es la disposición del escenario que representa el centro de un pueblo mexicano o incluso latinoamericano con su plaza, el edificio de gobierno, la casa rica y la iglesia. Y este espacio sería el centro, el corazón, donde está la memoria que efectivamente se encontraría en los archivos gubernamentales, en las actas de cabildo, en las actas bautismales, matrimoniales y de defunción, como le ocurre a don Sepulcro, quien deja viuda a doña Álgebra, misma que se casa con el alcalde.
Habría que preguntarse, entonces, esa memoria que llega a nosotros qué tanto se modificó como lo muestra la obra, qué se adaptó o qué se ha ocultado de aquella época. Esta obra poco tratada provee mucho material en el que se pueden desarrollar varios estudios y hacerle la justicia que se le ha negado.

martes, 5 de noviembre de 2013

Cúcara y Mácara, de Óscar Liera, santificación y política

Óscar Liera presenta de una forma crítica y desenfadada el proceso de santificación y la preservación de un mito religioso en Cúcara y Mácara. Seguramente esta obra no será bien recibida por la comunidad católica practicante por su carácter transgresor, provocador e irrespetuoso por la religión dominante en México. No en vano el comentario que sirve de introducción al texto dramático en el que narran la anécdota de una puesta en escena donde el espectáculo movió tanto al público que se levantó con intenciones de linchar al elenco.
La pieza es de una agilidad precisa, gracias a sus diálogos puntuales y a la proxémica de los actores. cabe señalar que también el que sean 12 actores permite tener un espacio más dinámico en las tablas. Uno de los temás centrales de la obra es el de la preservación de los mitos religiosos como enclaves identitarios, sociales, culturales y políticos como en el caso de la virgen de Guadalupe, en este casi la virgen de Siquitibum, así como el de la santificación de los personajes involucrados en dicho acontecimiento como el fraile Elgarberto, cuya ignorancia es difuminada por los líderes eclesiásticos. También se pueden analizar las relaciones dentro de la organización católica, la misoginia, la política como otra cara de la manipulación del poder.
De acuerdo a lo que señala Beatriz Risk en "La problematización de la historia", esta obra dramática busca descodificar los diferentes elementos que entran en juego en un mito histórico como el de una virgen, esto es, lo ideológico, lo social y lo cultural. Desde el Nuevo Historicismo, subrayan la historia de forma textual que se vuelve el relato de diversas formas de poder, y no solo el central o hegemónico, sino ese poder, como lo proponía Michel Foucault, ejercido y mostrado a plenitud en los márgenes como, en este caso, en Siquitibum, a saber dónde queda eso.
Otro punto importante que se rescata en relación con Risk, es la relevancia de lo oral. Es decir, lo oral como legitimador de la memoria colectiva, y por consecuencia de la memoria histórica, más que las evidencias visuales, textuales o pictóricas. De esa forma, la élite religiosa necesita del testimonio del fraile para el mito pervive y salga airoso en la historia de los siquitibumenses. Es una obra genial.