sábado, 5 de octubre de 2013

La noche de Hernán Cortés, una contrahistoria

Pocas obras hay tan desafiantes contra la historia como La noche de Hernán Cortés, de Vicente Leñero. Y eso se ve subrayado por la dedicatoria que el autor hace al historiador José Luis Martínez, quien años antes había escrito una historia sobre el conquistador. Además, de que Leñero incluye una bibliografía considerable para tratarse de un drama como éste. Es muy raro que las obras de ficción muestren algún respaldo de referencias. No obstante, parece que ese punto resalta el contraste que existe entre historia y el texto dramático.
Uno de los grandes aciertos y desafíos para la representación es la simultaneidad buscada por Leñero. Hay cuatro espacios en los que se desarrollan las acciones: Sevilla, Coyoacán, Cempoala y Cuba. En cada uno de esos espacios Cortés cambia de edad, desde más viejo a más joven. Los otros personajes fijos no cambian de edad como el enano y el secretario. Entonces, se requiere de un actor con un desdoblamiento instantáneo de la caracterización oportuna a cada salto entre espacios, lo que se ve subrayado con el momento en el que Cortés colgado de una liana salta de Cempoala a Cuba. Por otro lado, están los fantasmas de Cortés que como en una pesadilla aparecen en los diferentes espacios y lo acosan, lo acompañan y se transforman en otros personajes.
En este momento ya se tienen varios elementos que desafían a todo mundo: el director, los actores, los escenógrafos, a la iluminación, al público (por la simultaneidad, ¿dónde fijar la atención?), y a la historia. Y este punto, del que habla Hayden White donde quiero hacer una anotación.
White asegura que las grandes obras de la historia, aunque luego sean cuestionadas por sus hallazgos o aportaciones, no dejan de serlo porque están organizadas de tal forma que le dan sentido a ese caótico pasado del que apenas tenemos noticia y alguno que otro vestigio. Es decir, son los cuentos para dormir, o las canciones de cuna para nuestra conciencia. Son relatos que dan remanso a nuestra inquieta existencia. La incertidumbre del futuro se ve amainada con cierta certeza de un pasado asimilable como una historia, o story, en inglés. Se trata de una fábula de la que conocemos su inicio, desarrollo y desenlace, y eso nos da pauta para pensar que el presente puede comportarse de forma semejante, como un mito, una comedia o una tragedia o una sátira.
Volvamos a La noche de Hernán Cortés. ¿Qué queda claro con su apuesta? Si rompe con el espacio, el tiempo, la historia (es simultánea y tiene brincos sin algún orden aparente), hay un personaje que cambia de edad y otro que nunca habla (el enano) pero que participa de forma latente, ¿qué conclusiones podemos sacar? ¿Nos tranquiliza sobre ese pendiente histórico que es la Conquista?
Sin duda, lo que hace Leñero es que toma todas esas historias (o mejor, relatos), sobre la Conquista que parecían dejarnos con cierto alivio acerca de ese pasado traumático y las hace añicos. Es decir, de alguna forma u otra ya habían quedado héroes y villanos establecidos y no había mucho más qué hacer al respecto sino memorizar algunos datos, pero Leñero destroza todo ese material histórico y lo remienda como un traje sin pies ni cabeza, con huecos, diferentes colores que denotan más la complejidad de dicha coyuntura y que fuerzan al lector / espectador a una postura más crítica sobre lo conocido hasta el momento. Es una obra genial.

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