viernes, 18 de octubre de 2013

La ciudad de los carrizos, mito y sincretismo

Antonio González Caballero, en La ciudad de los carrizos hace una apuesta arriesgada al tratar de representar un mito, o el pueblo sin historia anterior a los registros en códices y pinturas. Ahora, el riesgo no sólo lo corre con el tema sin aparentes asideros, sino que hay un viso metateatral con las indicaciones en las acotaciones sobre los elementos exteriores a los actores como vestuario, escenografía y otros elementos para llevar a escena el drama, así como los nombres que dejan de ser en náhuatl o maya y se trata de lo que podrían considerarse traducciones en español.
La pieza retrata pasajes de este mito que posteriormente se confundirán con el cristianismo, sobre todo con la figura de Jesús, por el tipo de enseñanza con los discípulos, la traición de Judas, su nacimiento de una virgen, su amor, lo intachable de su persona.
De acuerdo a lo que apunta Kurt Spang sobre el drama histórico se pueden señalar varios puntos aunque, estrictamente, La ciudad de los carrizos no tenga esa naturaleza, sino más bien de una representación de lo mítico. De un tiempo anterior a la historia.
Así, existe la alusión a la masacre de Tlatelolco, ya que la obra se estrena en 1973, fecha muy próxima a dicha represión. Entonces, cumpliría lo que el mismo Spang afirma que en periodos de crisis se intensifican este tipo de dramas para proporcionar elementos de comprensión tanto del presente como del pasado, en un ejercicio dialéctico de ida y vuelta para intentar explicar lo que en la experiencia del hoy se escapa de toda ordenación lógica.

De igual forma, Spang añade que es importante el distanciamiento de lo que se quiere representar, tanto por prudencia como para alcanzar una contemplación más sosegada e imparcial. Así, ese alejamiento hasta un pasado difícilmente identificable en la historia ubica al espectador lejos del presente y ahora puede ver el presente desde ese pasado distante. Es decir, al proponer un alejamiento anacrónico y antihistórico el presente puede desarticularse y ver con detalle esos tumores y cánceres que con la proximidad se pierden.
Un último detalle a mencionar es el problema de los feminicidios que presenta  González Caballero casi de manera tangencial pero que hablan de la objetivación del cuerpo femenino, la implicación de personajes poderosos en su muerte y la correspondiente impunidad. Tema doloroso y desgarrador en esta frontera.

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